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Para un artista de la talla de Freddie Mercury no hace falta presentación.
InfoMas Internacionales 01/06/2022Su gran talento lo convirtió en un ícono de la música que trascendió generaciones.
Pero pocos saben que, detrás de esa avasallante personalidad, se escondía un hombre tímido que cargaba con un defecto físico desde la niñez que lo acomplejaba mucho.
El 5 de septiembre de 1946 nacía en Zanzíbar Farrokh Bulsara, a quien sus maestros apodaron Freddie, y nosotros conocemos como Freddie Mercury. Sus padres, de origen parsi-indio, lo enviaron a internados de estilo inglés en la India para su educación desde los ocho años hasta su adolescencia.
Allí, llamaba la atención de los otros niños debido a que sus dientes frontales sobresalían de su boca. El pequeño Freddy nació con una condición genética llamada dentición supernumeraria, por la cual tenía cuatro molares de más que empujaban los delanteros hacia afuera.
Por esa razón, sus compañeros de clase lo apodaron “Bucky”, término que puede ser interpretado como desagradable (proviene de buck teeth, traducido al español como “dientes chuecos o desagradables”), por sus dientes salidos. Sin embargo, aunque esto fue un motivo de complejo para Freddie, nunca quiso arreglárselos. Siendo todavía un niño, su madre lo llevó al ortodoncista, quien le recetó unos aparatos ortopédicos especiales. Pero, él no los usaba porque le causaban mucho dolor.
Así es que creció con esta condición, haciendo oídos sordos a las burlas, aunque confesó:
“Los niños de la escuela podían ser muy crueles. Era muy consciente de mis dientes protuberantes. Solía tratar de cubrirlos con el labio superior, y cuando reía, tenía la costumbre de taparme la boca con la mano”.
No obstante, había otra característica que sobresalía en él: su gran talento para la música.
Siendo él todavía un muchacho, una de sus tías descubrió que tenía oído musical. Es decir, podía interpretar una melodía con exactitud con solo escucharla una vez. Así, sus padres lo mandaron a estudiar música. A los 12 años, formó su propia banda, donde sacó a relucir sus dotes vocales en los actos escolares.
En los años 70, su familia y él se mudaron a Inglaterra. Allí, Mercury formó otra banda con los integrantes que luego conformaron la que ahora conocemos como Queen. A partir de entonces, fue evidente su enorme carisma arriba de los escenarios. Sin embargo, el tema de sus dientes seguiría molestándolo. Para cubrirlos, se dejó el bigote, y siempre que lo fotografiaban, él cerraba la boca.
Aun así, tampoco hizo nada para arreglarlos. Él creía que su potencia vocal tenía algo que ver con esa condición con la que nació. Pensaba que la resonancia que se formaba entres sus dientes lo ayudaba a alcanzar tonos extraordinarios. Su increíble voz, de un rango de cuatro octavas, lograba llegar a los tonos más altos, pudiendo deslizarse de un registro a otro sin esfuerzo.
No obstante, esa capacidad vocal superior (su media vocal era de 117.3 Hz, un número casi inigualable) no provenía de la posición de sus dientes, sino de las cuerdas vocales. Según los expertos, Freddie no producía los tonos desde la vibración de sus cuerdas vocales normales, sino de unas llamadas ventriculares o falsas, algo que también comparten los músicos clásicos o de ópera.
Sus dientes chuecos se convirtieron en su sello personal, algo que lo hacía destacarse entre los demás y que, sin dudas, sus fanáticos amaron de él. Aunque Freddie Mercury fue un niño tímido y retraído en su niñez, esto quedó en el pasado, en forma de recuerdos.
Él supo sobreponerse, aceptar aquello que lo hacía diferente y sacarle provecho. Su presencia en los escenarios era maravillosa, tanto que podía acallar un estadio con miles de personas con tan solo un acorde de su voz, donde nadie notaba esa imperfección en su rostro, sino que veía y disfrutaba del inigualable talento de una de las estrellas más grandes de la música.
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